Se debe a Gómez Moreno el hallazgo del término mozárabe para designar al arte cristiano español del siglo X; el período comprendería la época de los conflictos en Córdoba con los mozárabes cristianos desde mediados del siglo IX, hasta la caída del califato y el auge del reino castellano-leonés en el siglo XI. Se caracteriza el arte mozárabe por la introducción de formas constructivas y decorativas musulmanas en el arte cristiano; su vehículo de transmisión serían los, monjes evadidos de Córdoba por la represión califal, cuya intervención fue decisiva en la repoblación del valle del Duero. Esta delimitación esquemática del arte mozárabe ha sido discutida y matizada por muchos investigadores, lo que no impide que el término siga siendo hoy el más claro para referirse a un buen número de edificios religiosos. La aplicación estricta del término mozárabe, como calificativo de cristianos islamizados, corresponde a las comunidades que se mantuvieron dentro de los territorios musulmanes y en las que se conservó, entre otros rasgos de la cultura visigoda originaria, el ritual hispánico que aún mantiene como seña de antigüedad la iglesia toledana. El mejor símbolo de su aceptación de formas artísticas islámicas está en las miniaturas de los libros sagrados; entre los cristianos andaluces de los siglos VIII y IX, la convivencia con los ambientes culturales islámicos hizo que se introdujeran en las copias de las miniaturas visigodas, elementos artísticos nuevos, luego trasladados hasta León y Castilla; esta síntesis es la que triunfa en el siglo X y a la que corresponde la ilustración de las Biblias leonesas o de los Beatos.
Pueden llamarse también mozárabes, con pleno sentido, las iglesias cristianas de Andalucía y Toledo, hechas durante la ocupación islámica y con influencias del arte musulmán; este capítulo abarca pocas y pobres construcciones, de un período breve por claras razones históricas. Esta arquitectura mozárabe, al igual que la miniatura, puede considerarse una prolongación tardía del arte visigodo con influencias musulmanas. De otra parte está la introducción de formas constructivas y ornamentales musulmanas en el arte de los reinos cristianos del siglo X. En su difusión intervienen los monjes que huyen de la persecución del Califato, y que hasta entonces eran mozárabes; pero el vehículo directo parece estar en una emigración importante de gentes de nombre y lengua árabes, que aun procediendo de la vieja población hispanorromana o de los repobladores berberiscos, habían aceptado ya plenamente la cultura musulmana. Es complejo matizar las diferencias entre este fenómeno y el arte mudéjar posterior; la realidad de sus manifestaciones coincide en poner al servicio del arte cristiano los recursos y las técnicas de la albañilería musulmana, y esto no se debe a una adaptación de conveniencia bajo el poder islámico, sino a una tendencia libre y a una aceptación del gusto exótico de unos vecinos hacia los que se manifiesta cierto reconocimiento de primacía cultural. En este sentido, gran parte de la arquitectura que llamamos mozárabe es un preludio de la mudéjar y de todos los casos en los que el gusto árabe se hace presente en el arte occidental, ya que incorpora sus ingredientes fundamentales: una fisonomía exótica, animada y colorista de la ornamentación arquitectónica obtenida con materiales menudos y pobres, de fácil adquisición, cuyo mayor mérito está en la ejecución por albañiles, carpinteros, yeseros y pintores con una rica formación profesional en la geometría.
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